martes, 24 de mayo de 2011

Lotina, el enterrador involuntario

Ayer se despedía Miguel Angel Lotina. Lo hacía leyendo una carta. Sus misivas han sido constantes durante toda su estancia en A Coruña. Primero fue la carta de agradecimiento a los Riazor Blues, luego la carta de una aficionada que lo emocionó. Por último ese texto vacío de contenido que ayer nos leyó, con poco entusiasmo, en una abarrotada sala de prensa en Abegondo. Luego cogió su Mercedes y desapareció para siempre. Atrás deja un equipo que ya es de Segunda División.
Reconozco que hablar de Lotina es fácil. Todos lo hacemos. Unos para defenderlo y admirarlo. Otros para criticarlo. En todo caso, todos tienen derecho a hablar de él. Yo también. El míster es un entrenador lleno de virtudes y grandes momentos en equipos como el Celta (en su primera temporada), el Numancia, el Osasuna e incluso también en el Dépor. De hecho era, hasta ayer, el preparador en activo con más encuentros en Primera. Ese tipo de méritos no son regalados por nadie. Son derivados de un trabajo duro y constante. Como buen obrero vasco, Lotina es un currante nato. Pero, para su desgracia personal, sus buenos momentos pesan menos que sus fracasos. Al menos en su historial.
Hay un viejo dicho que afirma que lo importante de una oración viene después del "pero". Ahora viene esa parte. Por eso debemos juzgar con dureza, como se merece, el paso de Lotina por A Coruña. ¿De qué otra manera podríamos hablar de un entrenador que fue responsable del descenso de nuestro querido Dépor tras 20 años en la élite?
Los argumentos para hablar mal de Lotina son infinitos. Pero más allá de manías y de etiquetas fáciles, resumiré los que, creo, han sido los dos grandes errores del de Meñaca en el Deportivo: su apuesta por un fútbol rácano y la falta de continuidad en los esquemas. Saber colocar a los futbolistas con los que cuentas en su lugar apropiado. Pongo ejemplos. Sin hablar de lo sangrante que ha sido no ver a Valerón en 3 años y medio, no es admisible que futbolistas como Juan Rodríguez jueguen en la banda derecha. No es normal que un lateral derecho juegue en la banda contraria. El fútbol ya está inventado. No existen catedráticos de esto. Un equipo debe tener una estructura básica. Un esquema en el que sean indiscutibles, y así se sientan, seis o siete jugadores. Eso nunca lo ha tenido el Dépor de Lotina. Y eso lo ha pagado con creces. Sus bailes de alineaciones y de esquemas han sido constantes. No es nada nuevo para el lector.
Por otro lado hablaba de la apuesta futbolística de Miguel Ángel Lotina. Tengo compañeros que sostienen que el equipo coruñés es el peor de la liga. Siendo menos exagerados, muchos otros solo piensan que es de los tres o cuatro peores. Por esa regla de tres, el descenso era algo inevitable. Pero yo soy de la idea de que la plantilla del Dépor era para algo más. Esa idea es la misma que sostiene el propio Lotina. Al menos eso dejó claro en su carta de despedida. Siendo así, algo ha fallado. Y repito, creo que su fútbol ha condenado el potencial de los jugadores. El Deportivo no puede jugar como el Barça, aunque no por ello debe desperdiciar su potencial. Sólo al final, cuando se demostró que era demasiado tarde, su Dépor apostó por el buen fútbol. Se apoyó en el defenestrado Valerón. El camino más fácil para el triunfo.
A partir de ahora no volveré a hablar de Lotina. A él le deseo lo mejor. Como se que él me lo deseará a mi. A pesar de todo él me caía bien. Le tenía cierto cariño. Pero en el periodismo nos enseñan a decir lo que vemos. No lo que otros quieren que digamos. No lo que nuestros amigos nos inciten a decir. No a defender a los que se acercan a nosotros porque sí. Tenemos una labor social, la de decir lo que creemos que es verdad. Somos el altavoz de la sociedad. Por eso, digo y creo que Lotina ha hecho mucho daño al Deportivo. Le ha provocado unas heridas que tendrá que curarlas en el pozo de Segunda. En esa "bañera de tiburones" que ayer me decía Fran Hermida. Evidentemente hay más culpables de todo esto. Empezando por un presidente, Lendoiro, que lo mantuvo ahí contra viento y marea. Porque Lotina, es cierto, debe cargar hasta sus últimos días con la culpa de haber descendido a nuestro querido Dépor. Pero esa culpa también le debe pesar a Lendoiro. Porque cada uno es como es. De eso poca culpa tiene el sujeto implicado. Si alguien nace moreno, será moreno por mucho que quiera. Podría teñirse, pero siempre será moreno. Esto es ley de vida, y en esta vida, o en este mundo, ha nacido Lotina. Augusto César Lendoiro sabía como era Lotina. Eso no lo podía cambiar. Sólo él podía haber dado solución a esto antes.

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